La Necrópolis de Son Real, el yacimiento arqueológico más valioso
La necrópolis de Son Real es el yacimiento más importante de una zona muy rica arqueológicamente (1) y uno de los más emblemáticos de la arqueología balear. El brazo de tierra en el que se halla se denomina Punta de los Fenicios, a pesar de que la población enterrada en el cementerio fue siempre autóctona, y jamás fenicia.
Redescubierta a mediados del s. XX, se ha excavado y consolidado en su totalidad en dos períodos (1957-1969 [2] y 1998-2019). Se han descubierto 143 tumbas en 935 m2 y recuperado restos óseos de un mínimo de 425 personas, además de un gran número de fragmentos de cerámica (3), hueso (4 y 5), vidrio y metal correspondientes a herramientas, armas, vasos (3) y objetos de ornamentación personal (4) o de significado o uso ritual (5).
La construcción de tumbas monumentales es un hecho único en Mallorca, donde se enterraba en cuevas e hipogeos, así como en el Mediterráneo occidental de la época. Estas tumbas se destinaron, entre los ss. VII y II antes de nuestra era (a.n.e), a enterrar sobre todo a las élites, las clases altas de las comunidades locales. La población vivía en poblados cerca de las tierras productivas situadas a 1,5 km de la costa.
En el litoral de Son Real se halla también un dolmen (alrededor del 1750 a.n.e.) y dos hipogeos (1600-1200 a.n.e.), de manera que este tramo de costa gozó durante más de 1500 años de un carácter funerario y ritual.
El material de construcción proviene de la plataforma de arenisca sobre la que se asienta el cementerio. Los recortes semicirculares de la parte norte de la punta son testimonio de ello. De ahí se extraían las losas y bloques que eran colocados en seco.
El ritual de enterramiento predominante es el de la inhumación en posición encogida, con piernas y brazos muy flexionados (6); los cuerpos se amortajaron. La media de edad en el momento de la muerte para la población adulta era de 34 años para las mujeres y 38 años para los hombres. Algunos cráneos muestran operaciones quirúrgicas (trepanaciones) y algunos individuos sobrevivieron claramente a la perforación del cráneo (7).
Los microtalayots (1)
Las primeras tumbas imitan en miniatura (2A y 2B) los edificios más emblemáticos de los poblados, los talayots de planta cuadrada (3 y 4) o circular (5 y 6). La factura de estas sepulturas es muy cuidada y se reutilizaron numerosas veces. El acceso se realizaba a través del techo y excepcionalmente a través de una puerta.
En aquel momento existió una doble restricción de acceso a las sepulturas, por género y edad, en favor de los hombres muertos en edad adulta o senil (7) respecto a las mujeres y a los individuos jóvenes e infantiles.
Las tumbas de guerrero (1A)
Se han identificado también algunas tumbas de guerrero. La más notable tiene planta rectangular y buena ejecución (2C) y perteneció a un hombre adulto. Entre los objetos que lo acompañaban se hallan los restos de un puñal y de una espada de hierro (8). En la parte opuesta de la tumba, sobre el enlosado que cubría la inhumación, se depositó el cuerpo de un perro. La tumba nunca fue abierta, manteniéndose seguramente durante mucho tiempo el recuerdo del personaje que acogía, probablemente un jefe o el fundador del linaje del poblado.
Las micronavetas (1)
Durante el s. VI a.n.e. los talayots de los poblados se abandonaron y se inició la época balear. En la necrópolis de Son Real se empezó a construir un nuevo tipo de tumba, inspirado en monumentos mucho más antiguos, las casas de la edad del Bronce (les navetas de habitación [2 y 3]) o los monumentos funerarios menorquines de principios de la edad del Hierro (las navetas de enterramiento [4]). Así, las nuevas élites del poblado se vinculaban a un pasado más lejano y se legitimaban.
La micronaveta es el tipo más frecuente del cementerio y presenta grados muy distintos de ejecución. Tiene una planta absidal, dos fosas paralelas en su interior, de función indeterminada –en ningún caso lugar para depositar los cadáveres-, y en algunos casos presenta “ventanas” en su fachada recta o en los laterales, sin tampoco ningún uso práctico ni ritual atestiguado: se les atribuye un valor simbólico.
Estas tumbas podían acoger de una a seis (5) inhumaciones y los enterramientos se solían acompañar de objetos (6 y 7). En este momento el derecho a ser enterrado en ellas no estuvo limitado por género -se enterraron tantas mujeres como hombres-, aunque sí aún por edad: predominaron los individuos adultos o seniles.
Las tumbas de planta circular u oval semienterradas (1)
Durante el mismo período en el cual se construyeron las micronavetas, apareció un nuevo tipo de sepultura en el sector norte del cementerio. Tiene planta circular u oval y está construido en un hoyo en la arena, sobresaliendo muy poco del nivel que se pisaba (2). Estas tumbas suelen tener una losa que cubre una fosa, en cuyo interior se ha hallado siempre un único esqueleto de un hombre adulto (3). Sobre esta losa se alzaba una corona de piedras, que servía de marcador de la sepultura. No se depositaron objetos de acompañamiento. Los punzones de hierro hallados corresponden probablemente a broches de los paquetes mortuorios o sudarios.
Un osario (1A)
De este momento seguramente data el único osario del cementerio, una delimitación de piedras de un agujero en el que se tiraron huesos (4A) y algunos punzones de hierro (4B) procedentes de la limpieza de tumbas. En otros casos, se habían arrinconado los huesos de enterramientos anteriores dentro de la misma tumba o se habían sacado al exterior para dejar sitio a nuevos enterramientos.
Una muerte violenta
En una de les tumbas de este sector se ha hallado un esqueleto que llevaba una punta de flecha de bronce en el interior de la cavidad ventral (5). Se trata de un episodio de violencia como los que con anterioridad se habían detectado en cráneos de Son Real que presentaban heridas, mortales o no, por objeto cortante.
Las tumbas de planta rectangular adosadas (1)
En el sudeste del cementerio se construyó un último conjunto de tumbas adosadas unas a otras. Se disponen en tres hileras, la más antigua de las cuales se halla cercana a las tumbas de las fases anteriores. La segunda hilera cubrió las fachadas de la primera y la tercera, las de la segunda. Fue el único momento en el cual el cementerio creció hacia el interior de la isla, alejándose de la punta.
A nivel constructivo tienen menor entidad, sobresalen poco del terreno circundante, reaprovechan bloques y losas de tumbas anteriores y no tienen cubiertas. En cambio, los objetos de acompañamiento reúnen aún elementos de prestigio (armamento [2]) y de cierto precio (todos los de metal [3 y 4], especialmente los de bronce [5] y quizá las cuentas de collar púnicas hechas de pasta de vidrio [6]).
Aparte del ritual de inhumación se documentan tres tumbas con un ritual nuevo, el de cremación, mucho más frecuente en estos siglos en la necrópolis de l’Illot dels Porros: tal vez indiquen población inmigrante o estancias prolongadas de ciertas personas indígenas fuera de la isla, de donde habrían adoptado este rito.
Problemas de conservación y amenazas
El monumento ha tenido y tiene que hacer frente a distintas problemáticas que afectan a su conservación.
Desde hace siglos la acción humana ha tenido un impacto negativo importante, sobre todo en forma de expolios. De manera más puntual, también se ha relatado la práctica de motocross sobre las tumbas a inicios de los años noventa, el desmontaje intencional de tumbas o el movimiento de piedras en distintos momentos. En los últimos años, las actuaciones vandálicas han disminuido mucho y la restauración integral efectuada garantiza la seguridad de los visitantes y del propio monumento.
A pesar de todo, la amenaza más grave procede de la proximidad al mar. Aunque la salinidad del ambiente, además de los cambios de temperatura y del viento, va disgregando poco a poco la roca arenisca (marés), las principales destrucciones provienen de los grandes temporales. Se calcula que por este motivo el 30% del cementerio ya ha desaparecido desde siglos atrás. Los indicios que se pueden observar de tumbas arrasadas son los recortes de fosas, que se hallan en una amplia franja alrededor de los límites actuales del cementerio (1). El último de estos grandes temporales, acaecido el mes de noviembre del año 2001, supuso la afectación de un mínimo de 7 sepulturas (2) y destruyó además las cámaras funerarias de l’Illot dels Porros, terminadas de restaurar el año 1998 (3, 4 y 5). También afectó gravemente el santuario de la Punta del Patró, acabado de excavar el mismo año 2001 (6 y 7).
Con las estimaciones de subidas del nivel del mar y el aumento de la frecuencia de temporales violentos durante el presente siglo, provocados por la crisis climática, se tendrá que continuar la vigilancia y protección de esta joya patrimonial.
Abandonado en torno al 1750 aC, es el mejor sepulcro conservado los dos existentes en Mallorca. Tiene una cámara cuadrada, un corredor y un círculo de losas que delimitan la base del acopio de tierra y piedras, que lo había cubierto originalmente.
Situado en las inmediaciones de la carretera Artà-Alcúdia, es uno de los principales poblados excavados de esta cultura. Como es frecuente en estos poblados, las construcciones naviformes a veces se disponen de forma geminada; es decir, adosadas de dos en dos. También hay que destacar la presencia de habitaciones de planta cuadrangular, así como la existencia de una naveta excavada en la roca, caso único en Mallorca. La configuración actual del poblado es fruto de las adaptaciones que experimentó durante los inicios de la cultura talayótica.
Cueva de planta alargada, sirvió en el s. XVIII de puesto de vigilancia marítima.
Cueva de pequeñas dimensiones y planta ovalada.
Es un conjunto talayótico en muy buen estado de conservación, del que destaca el gran talayot cuadrado situado junto a la carretera. También se observa los restos de construcciones de grandes dimensiones, construidos con bloques de piedra cortados con una técnica muy precisa.
Es el santuario descubierto más reciente de Mallorca. Utilizado entre el s. VI y el III aC, se trata de un edificio de planta de herradura de 8 metros de longitud por 8 de ancho. Estos elementos recuerdan a los santuarios de mesa menorquina.
En la necrópolis de la isla des Porros hay tres grandes sepulturas de carácter colectivo, restos de tumbas similares a las de Son Real y otros enterramientos de inhumación fuera de las cámaras en fosas ovales. Seguramente el islote fue utilizado también como lugar de enterramiento en la época romana y medival. La cultura material que aparece en estas tumbas es similar a la de Son Real.
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